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BUDA Y JESÚS, ENSEÑANZAS PARALELAS

Las evidencias históricas indican que Jesús conocía sobre Budismo. De hecho, el último Buda nació 600 años antes de Cristo. La parábola del Hijo Pródigo no es original de Jesús, aparece en el capítulo cuatro del Sutra del Lotouna de las más influyentes escrituras sagradas del budismo, la tradición espiritual imperante en la India. Jesús el Cristo y Buda tienen un mensaje sorprendentemente idéntico y esto, que llamará al escándalo a más de uno, se explica de forma muy sencilla si logramos abandonar los prejuicios propios de nuestra educación y comprender que ambos mensajes espirituales se basan fundamentalmente en el amor.

Los paralelismos de estos seres iluminados son sorprendentes. Ambos enseñan el amor al prójimo, aún a los enemigos, y nos muestran que el camino espiritual necesita del desapego material. Afirman que la compasión es el estandarte que debe guiar nuestra existencia en este mundo.

La Biblia no proporciona relatos de los años perdidos de Jesús entre los doce y los treinta. ¿Si se perdió dónde estaba? Lucas en 2:40 solo generaliza: “y el niño creció y se hizo fuerte, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.” En los últimos relatos documentados de Jesús a la edad de doce años, Lucas 2:51 dice que Jesús deja Jerusalén con sus padres “y dejado ahí en sometimiento a ellos…y así Jesús avanzó en sabiduría con los años.” Pero esto no cuadra con el propio relato de Lucas del Jesús de doce años captando la atención de los doctores de Jerusalén. En verdad este relato introduce dimensiones contradictorias, dado que Jesús tenía su vocación clara en mente sin tener en cuenta las preocupaciones de sus padres.

Jesús ciertamente estudió y predicó durante sus años perdidos. No hay razón para que Jesús haya dejado de predicar, especialmente cuando a la edad de doce años le hablaba a su madre de su compromiso. Esto significa ciertamente que viajó y evangelizó en otras tierras, donde fue conocido con el nombre de San Issa, como indican las evidencias no bíblicas. Siendo uno de los más grandes avatares que hayan bendecido la raza humana, no hubiese gastado sus años de formación contentándose con ser un simple carpintero en su aldea natal. Para Jesús este período ha tenido que ser dedicado al estudio y la contemplación intensivos. Así pues, los 40 días de Jesús en el desierto significan el tiempo necesario para prepararse a su misión. El número 40, que aparece aquí, lo podemos encontrar en más de cien textos bíblicos, pero pocas veces con un significado matemático. Para entender la Biblia no basta la Biblia sola, se requieren otras fuentes.





Jesús era oriental, tanto por nacimiento como por lazos de sangre y por la instrucción recibida. Disociar a un maestro espiritual de sus orígenes y entorno es empañar el entendimiento a través del cual se le debe percibir. Con independencia de lo que Jesús el Cristo era por sí mismo – en lo relativo a su propia alma -, por el hecho de nacer y haber alcanzado la madurez en el Oriente, él tuvo que utilizar la civilización oriental, sus costumbres, peculiaridades, lenguaje y parábolas como instrumento para divulgar su mensaje. Por lo tanto, con el fin de entender a Jesucristo y sus enseñanzas debemos estar receptivos y bien predispuestos hacia el punto de vista oriental – en especial, hacia la civilización antigua y moderna de la India, sus escrituras religiosas, tradiciones, filosofías, creencias espirituales y experiencias metafísicas intuitivas-. Si bien las enseñanzas de Jesús, desde la perspectiva esotérica, son universales, están impregnadas de la esencia de la cultura oriental y se encuentran arraigadas en influencias orientales que se han adaptado al ambiente occidental.



Según lo ha dicho Paramahansa Yogananda, “La experiencia personal de la verdad es la ciencia que se encuentra en el fondo de todas las ciencias. Sin embargo, para la mayoría de las personas la religión se ha transformado en una mera cuestión de creencia. Hay quienes creen en el catolicismo, hay otros que creen en alguna doctrina protestante, mientras que algunos afirman creer que la religión judía o la hindú o la musulmana o la budista es el camino verdadero. La ciencia de la religión identifica aquellas verdades universales que son comunes a todas – la base de la religión – y enseña cómo, mediante su aplicación práctica, una persona puede edificar su vida de acuerdo con el Plan Divino”. 

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LOS AÑOS “PERDIDOS” DE JESÚS

Extracto del libro EL YOGA DE JESÚS de Paramahansa Yogananda - Claves para comprender las enseñanzas ocultas de los Evangelios. Encuentre el texto completo en http://www.rafaelmanzanares.com/wp-content/uploads/2014/07/Yogananda-Paramahansa-El-Yoga-de-Jesus.pdf

En el Nuevo Testamento, la cortina del silencio desciende sobre la vida de Jesús después de los doce
años y no vuelve a alzarse hasta dieciocho años más tarde, cuando recibe el bautismo de Juan y comienza a predicar antes las multitudes. Únicamente se nos dice: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. (Lucas 2:52). El hecho de que los contemporáneos de un personaje tan excepcional como Jesús no hayan encontrado nada digno de ser mencionado por escrito desde la niñez hasta el trigésimo año de su vida es, en sí mismo, extraordinario. Sin embargo, existen efectivamente relatos notables acerca de Jesús, pero no en su país de origen, sino más hacia Oriente, en aquellos lugares donde pasó la mayor parte del periodo sobre el cual se carece de datos. Ocultos en un remoto monasterio tibetano se encuentran documentos de incalculable valor que hacen referencia a un tal San Issa, proveniente de Israel, “en quien se hallaba manifestada el alma del universo”, y que desde los catorce a los veintiocho años permaneció en la India y zonas de la cordillera del Himalaya – entre santos, monjes y pándits -, predicó su mensaje por toda la región y luego, con el propósito de enseñar, retornó a su tierra natal, donde fue cruelmente maltratado, condenado a muerte y crucificado.

A excepción de los registros que aparecen en estos antiguos manuscritos, nada se ha publicado acerca de los años desconocidos de la vida de Jesús. De modo providencial, el viajero ruso Nicolás Notovitch descubrió y transcribió estos documentos (en el monasterio de Himis, del Tibet). El mismo publicó sus notas en 1894 bajo el título La Vida Desconocida de Jesucristo. En 1922, Swami Abhehananda, discípulo directo de Ramakrishna Paramahansa, visitó el monasterio de Himis y confirmó todos los detalles sobresalientes publicados acerca de Issa en el libro de Notovitch. En una expedición a la India y al Tíbet realizada a mediados de la década de los veinte, Nicolás Roerich tuvo ocasión de ver y copiar versos de antiguos manuscritos que eran idénticos a aquellos publicados por Notovich ( o cuyo contenido, al menos, era el mismo). Roerich quedó además profundamente impresionado con las tradiciones orales de la región: “En Srinagar nos enteramos por primera vez de la curiosa leyenda sobre la visita de Cristo en estos parajes. Más tarde, pudimos comprobar cuán difundida se halla en la India, en Ladak y en Asia Central la leyenda de la visita de Cristo a estas regiones durante su larga ausencia mencionada en el Evangelio.

El manuscrito de Notovitch nos lo cuenta así: “Issa se ausentó secretamente de la casa de su padre, abandonó Jerusalen y viajó hacia Sind en una caravana de mercaderes, con el objeto de perfeccionarse en el conocimiento de la Palabra de Dios y en el estudio de las leyes de los grandes Budas”.
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Esto no significa que Jesús aprendiera de sus mentores y compañeros espirituales de la India y regiones circundantes todo cuanto luego enseñó. Los avatares vienen provistos de su propio caudal de sabiduría. Durante el periodo en que permaneció con los pándits hindúes, los monjes budistas y, en especial, los grandes maestros de yoga- de quienes recibió iniciación en la ciencia esotérica de la unión con Dios a través de la meditación-, la realización divina que Jesús ya poseía tan solo despertó y se amoldó a la singular misión que iba a desarrollar. A partir del conocimiento que había acumulado y de la sabiduría que brotaba de su alma cuando se hallaba en profunda meditación, concibió para las masas parábolas simples sobre los principios ideales mediante los que ha de gobernarse la vida humana ante Dios. En cambio, a aquéllos discípulos que estaban preparados para recibirlo, les impartió el conocimiento acerca de los más insondables misterios, como lo demuestra el libro del Apocalipsis de San Juan- que forma parte del Nuevo Testamento-, cuya simbología concuerda de manera precisa con la ciencia yóguica de la comunión con Dios. Las enseñanzas de Jesús, nacidas internamente de su comunión con Dios y alimentadas externamente por los estudios que realizó con los grandes maestros, expresan la universalidad de la Conciencia Crística, la cual no conoce límites de raza o de credo. Al igual que el Sol, que se eleva por el Este y se desplaza hacia el Oeste difundiendo sus rayos, así también Cristo surgió en Oriente y viajó hacia Occidente, para quedar allí entronizado en el altar de una vasta cristiandad cuyos miembros le consideran su gurú y salvador.

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