"Quitarle
a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo
que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno pertenece a ese
pueblo"
Así
comienza uno de los últimos textos que clausuran las obras de Freud.
'Moisés
y la religión monoteísta' es la última entrega de la trilogía parricida que
atraviesa la obra de Freud como uno de sus ejes centrales. Esta trilogía
comienza con la tragedia del asesinato del padre de Edipo, continúa con el
asesinato del padre de la horda primordial en Tótem y Tabú para finalmente
concluir con el asesinato de Moisés por el pueblo judío en el Monte Sinaí.
Escrito
en un estilo vacilante, reiterativo y poco científico este texto no condice con
el estilo positivista característico de Freud. Las circunstancias políticas e
históricas han marcado el devenir de esta obra controvertida.
En
una carta a Zweig en 1934, Freud escribe "(...) confrontado con las nuevas
persecuciones, uno se pregunta una vez más cómo es que el judío ha llegado a
ser lo que es y por qué ha atraído sobre sí este odio inextinguible. Pronto he
descubierto la fórmula: Moisés creó a los judíos. Por eso he dado a mi trabajo
el título "El hombre Moisés, una novela histórica". Este fue el
primer título que Freud le dio al texto, cuyo primer borrador fue escrito en el
año 1934.
Más
adelante la carta continúa y explica cómo ha estructurado el texto. Y dice:
"Todo el asunto se divide en tres partes; la primera es como una
interesante novela literaria; la segunda es pesada y tediosa; la empresa
naufraga al llegar a la tercera parte, porque ella trae aparejada una teoría de
la religión, si bien nada nueva para mí después de Tótem y Tabú, pero sí nueva
y quizás fundamental para los extraños ['goim'- no judíos]. Y -concluye- una
cierta consideración frente a estos mismos extraños me obliga a archivar este
ensayo ya terminado".
Si
bien el texto fue escrito en 1934, su publicación se hizo esperar hasta 1937 en
que se publicaron en Viena sus dos primeras partes. La tercera y última, la más
controvertida y comprometedora, Freud se abstuvo de publicarla hasta 1939 ya
exiliado en Londres. La Iglesia Católica, el régimen nazi y la comunidad judía
fueron los tres factores que convergieron e influyeron en la postergación de la
publicación del texto.
En
una carta a Lou Salomé en 1935 Freud le comenta que está fascinado con este
trabajo, que no lo publica porque teme que a raiz de su publicación la Iglesia
católica deje de protegerlo del nazismo a él y al psicoanálisis. Y le dice que
aún es tiempo de callar. Freud concluye diciendo que su fascinación por la
historia de Moisés lo ha perseguido durante toda su vida.
En
esta época de persecución se produce en Freud una coyuntura inevitable entre
psicoanálisis y judaísmo que se constituye como una trabazón desde siempre allí
presente en su vida , y que las circunstancias no hicieron más que actualizar.
Freud
el judío, temía por su vida y la de su familia pero también temía que en la
Europa nazi el psicoanálisis fuera tildado de ciencia judía, y corriera su
misma suerte.
Para
comprender por qué Freud escribe el Moisés y por qué lo hace justamente en esta
época es indispensable considerar su condición judía y al mismo tiempo su
condición ilustrada. Freud es el discípulo de lo que se llamó la Haskalá, la
ilustración judía, movimiento surgido en Alemania que luchaba por la
emancipación judía, por la secularización del judaísmo y por el estudio
científico de las fuentes judías. La Haskalá es la clave que permite disipar la
contradicción y hacer compatible su ser judío con su posición ilustrada.
En
el posfacio de su presentación autobiográfica Freud señala que " (...) el
poder de la religión descansa, sí, en su contenido de verdad, pero esa verdad
no lo es material, sinó histórica".
En
el prólogo a la traducción hebrea de Tótem y Tabú, texto príncep sobre el
orígen de la religión, Freud define su condición judía como algo enigmático,
por la vertiente de la negación. El judaísmo no tiene que ver con una religión,
ni con una nación, ni con un lenguaje. Para Freud ser judío es una esencia
irreductible a toda definición e inaccesible a todo análisis. Es una afirmación
que inevitablemente invita a una lectura lacaniana.
Esta
es la posición subjetiva más característica de Freud con respecto a su
condición judía. Así lo demuestra en muchísimas observaciones, cartas y también
en Moisés y la religión monoteísta en donde Freud reduce la religión a una
neurosis de masas.
La
tesis principal de Freud en este texto es que fue Moisés el fundador del
monoteísmo judío. Moisés fue quien escogió entre los pueblos al pueblo judío y
le concedió el prestigio de ser el pueblo elegido. Y fue él quien instauró la
práctica de la circuncisión para diferenciarlo del resto de los pueblos.
El
texto
El
orígen de Moisés no es judío sinó egipcio. Este es el tema principal que Freud
aborda en la primera parte del texto. Si bien Freud impacta y polemiza con esta
afirmación, no es un tema original suyo, y es preciso considerar las fuentes de
las que Freud tomó esta idea, así como la idea del asesinato de Moisés que
ocupa la segunda y tercera parte de su obra.
En
1789 Schiller, el poeta favorito de Freud, propuso en un ensayo su tesis acerca
del orígen egipcio de Moisés, y afirmó que fue Moisés quien inculcó el
monoteísmo en el pueblo judío.
En
1888 se publica un escrito de Goethe en el que especula acerca de la
posibilidad de que Moisés haya sido asesinado, aunque habla de un asesinato
político cometido por el profeta Josué.
En
el siglo XIX existía un ferviente debate entre los exégetas de la escuela
bíblica alemana que investigaban las evidencias y los fundamentos históricos en
la Torá acerca de la verdadera o falsa existencia de Moisés.
Si
bien Freud no hace mención de todas estas referencias, cabe suponer que estaría
al corriente de estas tendencias, y no permanecería indiferente ni ajeno a este
debate. Por el contrario, Freud retoma el debate acerca de la figura de Moisés,
desde una perspectiva psicoanalítica, y lo actualiza introduciéndolo en el
debate científico del siglo XX.
Para
este propósito, Freud se basa principalmente en tres autores judíos de su época:
Gressman, de quien toma la idea de que Yavhé era un Dios volcánico de los
medianitas; Meyer, quien habló de la fusión de las dos estirpes, y Sellin,
quien encontró en el texto bíblico del profeta Oseas una fundamentación sobre
el asesinato de Moisés por el pueblo judío.
Dentro
de la escuela psicoanalítica tampoco fue Freud el único ni el primero en
especular acerca del orígen del monoteísmo en Egipto. Karl Abraham publicó en
1912 un texto psicoanalítico sobre el monoteísmo egipcio de Atón. Curiosamente
Freud jamás hizo alusión a este texto.
De
Otto Rank, Freud toma el Mito del nacimiento del héroe para comprender la
estructura mítica de la historia del abandono de Moisés. Historia que no se
adecúa completamente al mito del héroe, sinó que sufre alteraciones que Freud
equipara a las formaciones del inconsciente que deben sufrir desfiguraciones
para poder sortear la censura de la represión.
Y
dice: "Mientras que lo común es que un héroe se eleve en el curso de su
vida sobre sus bajos comienzos, la vida heroica de Moisés se inició
descendiendo él de su elevación, bajando hasta los hijos de Israel".
Un
descenso afín al desencanto que sufre el niño en su propia novela familiar.
La
novela histórica de Freud cuenta así:
El
monoteísmo no es de orígen judío sinó que es una aportación egipcia. El faraón
Amenhotep IV instituyó al Dios solar Atón como el único Dios, por lo que pasó a
llamarse Iknathon o Akenathon. La religión de Atón, según Freud, se
caracterizaba por la creencia exclusiva en un solo Dios, y el rechazo a toda
otra creencia basada en antropomorfismos, brujerías y poderes mágicos, así como
la creencia de la vida después de la muerte.
Tras
la muerte de Iknathon, los egipcios regresaron a sus antiguas creencias
politeístas. Moisés no era hebreo , sinó un sacerdote o un noble egipcio, y un
ferviente monoteísta. Para poder salvar la religión de Atón de la extinción, él
eligió a un pueblo semita oprimido, lo gobernó, lo liberó de la opresión e hizo
de él una nueva nación.
Moisés
les inculcó un monoteísmo altamente espiritual, basado en la prohibición del
nombre de Dios y de su representación imaginaria.
El
pueblo no pudo acoger las severas demandas del líder y de la nueva fe y en una
revuelta, Moisés fue asesinado por su pueblo. A partir de entonces el recuerdo
de este suceso fue reprimido.
Unas
generaciones después, los judíos aún en el desierto, concretaron una alianza de
compromiso con otras tribus semitas en Horeb. Estas tribus creían en un Dios
volcánico feróz llamado Yahvé, a quien los judíos adoptaron como su nuevo Dios.
Yahvé era un Dios más idóneo para permitirles la conquista de Cnaán. De este
modo, se produce una fusión del Dios mosaico con Yahvé. Las tribus, a su vez
adoptaron la figura carismática de Moisés, atribuyéndo sus cualidades al líder
medianita local, y aceptaron, además, la circuncisión como marca distintiva del
pueblo.
El
resultado de esta solución de compromiso es la fusión del Dios guerrero con el
Dios espiritual de Moisés, así como el borramiento y la represión de todo
vestigio o recuerdo de la eliminación violenta de Moisés.
Pero
esta feliz conciliación , no es sin consecuencias, aunque el pueblo judío,
durante mucho tiempo, haya preferido no saber nada sobre este asunto.
Fueron
los Neviim, los profetas, cuyo significado en hebreo es "llamado" o
"llamamiento", quienes lucharon por mantener vigente la herencia
mosaica. Los textos bíblicos de cada uno de los profetas repiten la misma
estructura: el pueblo sumido en la crisis y el desconcierto, se aleja de Dios,
renuncia a la espiritualidad, cae en el paganismo y la prostitución. Los
profetas responden al llamado de Yahvé, hacen de su intérprete, haciendo un
llamamiento a la verdad y a la justicia. El profeta es quien denuncia y quien
transmite la esperanza, reaviva la fe y la confianza del pueblo en Dios,
prometiendo la restauración de la felicidad en una futura era mesiánica, a
cambio de fidelidad y devoción.
El
final feliz de esta novela freudiana es el retorno del culto a Yavhé, único
Dios, que gobierna sin limitación alguna, así como la instauración definitiva
del monoteísmo y la promesa de grandeza del pueblo elegido.
Ahora
bien, a partir de entonces, supuestamente el pueblo tenía que haber sido feliz.
Pero mientras más fieles y obedientes eran a Dios , más culpables se sentían.
Esta es la matriz neurótica del pueblo judío.
La
culpa no es sino efecto del retorno de lo reprimido, el asesinato de Moisés que
se mantuvo latente y se transmitió de algún modo en la tradición oral. Pero
Freud aclara, el asesinato de Moisés no es lo original, es ya un producto de la
repetición del asesinato original del padre de la horda primordial, algo que
Lacan calificó de "payasada darwiniana". La culpa entonces es
ancestral.
La
diferencia entre el cristianismo y el judaísmo es que el primero confiesa esa
culpa y propone su expiación con otro asesinato, el del hijo. El hijo que con
su muerte asume la culpa del pueblo y de esa forma lo libera.
El
judaísmo, en cambio, no está en posición de asumir esa culpa, sino que la vive
o sufre a través de sus fenómenos religiosos, y de una sumisión incondicional y
permanente temor a Yahvé. Como dice Freud "el pobre pueblo judío siguió
desmintiendo el asesinato del padre". La muerte del padre parece ser que
no liberó a nadie.
El
judío no es que espera una expiación, sinó que el judío añora al padre muerto y
espera su retorno encarnado en la figura del Mesías, su sola presencia
implicaría su redención. La neurosis en su máximo exponente.
De
este modo, dice Freud, el judaísmo es la religión del padre, mientras que el
cristianismo es la religión del hijo, quien finalmente no pudo escapar a la
fatalidad de su inconsciente, y entonces el hijo sacrificado advino al lugar
del padre muerto.
La
alta intelectualidad y el progreso de la espiritualidad del pueblo judío están
asentados sobre la renuncia pulsional que se le exige para ser el pueblo
elegido.
La
condición de Yavhé para amarlo es la fidelidad, y dos prohibiciones: la
prohibición de llamarlo por su nombre, como si la materialización del nombre de
Dios fuera su profanación y erotización, pronunciarlo sería como tocarlo. La
segunda es la prohibición de toda representación de la imágen de Dios cuyo
fundamento es un llamamiento a la renuncia pulsional. Parece ser que las
imágenes que se hacen de Dios son capaces de desatar las más violentas mociones
pulsionales y que la representación tiene que ver con la satisfacción
pulsional.
La
desmaterialización de Dios funda la ética judía, que según Freud, no es sino la
limitación de lo pulsional, máxima voluntad del padre, elevado a la condición
de sagrado.
Moisés
y la religión monoteísta es la triste novela histórica sobre un pueblo, elegido
pero no heroico, que aunque se haya revelado, no pudo vencer al padre y aún lo
añora. La religión es su modo de pagar semejante osadía. Freud, el ilustrado,
propone desde su posición judía otra salida, secular, y quizás más heroica.
Lacan dirá que no es así, y hará de Freud un anti-héroe que no pudo ir más allá
del padre.
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*
Referencia de Jacques Lacan en el Seminario 17 El Reverso del Psicoanálisis,
presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona el 25 de febrero de
2006.
Bibliografia
Lacan,
Jacques (1992) El Seminario libro 17: El Reverso del Psicoanálisis, Buenos
Aires: Paidós.
Goethe, Johann
Wolfgang von (1888) Israel in der Wüste.
Schiller, Friedrich
(1789) Die sendung Moses.
Freud,
Sigmund (1935) Presentación autobiográfica. Posfacio. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud,
Sigmund y Zweig, Arnold. (2000) Sigmund Freud, Arnold Zweig. Correspondencia,
1927-1939, Barcelona: Gedisa.
Rice, Emanuel (1990)
Freud and Moses: the long journey home. New York: New York Press.
Said, Edward (2003)
Freud and the Non-European. Tel Aviv: Resling.
Bernstein, Richard
(1998) Freud and the legacy of Moses. Cambridge: Cambridge University Press.
Yerushalmi, Yosef
(1991) Freud's Moses: Judaism terminable and interminable. New Haven: Yale
University Press.
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