Comienza, pues, con
la respiración. Trata amablemente tu respiración. Sé amable con ella. Respétala y
permítele ser tal cual es. Inspira, eso es todo. Si la inspiración es corta,
permítetelo y, si es larga, permítetelo también. No intervengas ni fuerces tu
inspiración ni tu exhalación pretendiendo que sea de tal o de cual otro modo.
Mírala como si estuvieses contemplando una flor: déjala ser tal cual es,
consciente del milagro de estar presente. Trata la respiración con el mismo
cuidado con el que tratas una flor y dejas que sea tal cual es. Del mismo modo
en que no pretendes que la flor sea otra cosa, tampoco debes empeñarte en que
la respiración sea de otra manera. Pasa luego al cuerpo físico. Abraza, durante
la práctica de la meditación sedente, del paseo meditativo y de la relajación
total, tu cuerpo físico de un modo tierno y no violento con la energía de la
atención plena. Ésta es la práctica del amor verdadero hacia tu cuerpo. No
conviertas la meditación budista en un enfrentamiento entre el bien y el mal.
Ambos lados, el bien y el mal, te pertenecen. Se trata de cosas completamente
orgánicas. El mal puede convertirse en bien y viceversa. Cuando contemples con
atención la frescura y la belleza de una flor descubrirás, en ella, el abono y
te darás cuenta de la importancia del estiércol. El jardinero sabe cómo
transformar la basura en abono y conseguir, de ese modo, que la flor crezca.
Las flores y la basura son ambas de naturaleza orgánica. Así es como,
contemplando profundamente la naturaleza de una flor, puedes llegar a advertir
el estiércol y el abono que han contribuido a su formación. Luego la flor acaba
convirtiéndose de nuevo en basura. ¡Pero no temas, porque tú eres un jardinero
que tiene, en sus manos, el poder de convertir la basura en flores, frutos y
vegetales! No te desentiendas de nada ni tengas miedo a la basura, porque tus
manos son capaces de transformarla en flores, lechugas o pepinos. Y lo mismo
podríamos decir con respecto a la felicidad y la tristeza. La tristeza, el
miedo y la depresión son una especie de basura, una basura que forma parte de
la vida real y a la que debemos prestar mucha atención. Y, si nos ejercitamos
adecuadamente, acabamos aprendiendo a convertir la basura en flores. No es sólo
orgánico el amor, sino que también lo es el odio. No desperdicies, pues, nada.
Lo único que tienes que hacer es aprender a transformar la basura en flores. – Maestro THICH NHAT HANH – Fragmento de su libro “Estás Aquí: La Magia del
Momento Presente”.
EL PRIMER MILAGRO DE
LA ATENCIÓN PLENA: LA PRESENCIA
El primer milagro de la atención plena es la presencia, la presencia
verdadera. Cuando la energía de la atención plena mora en tu interior, te
conviertes en una persona completamente viva. Cuando la energía de la atención
plena mora en ti, el Buda también mora en ti. La energía de la atención plena
es la energía del Buda, el equivalente del Espíritu Santo. Y, cuando el
Espíritu Santo está presente, también lo están la comprensión, la vida, la
curación y la compasión…, y lo mismo sucede con la vida, la estabilidad, la
libertad y la curación verdaderas. Todos tenemos la capacidad de generar la
energía de la atención plena. Pasea atentamente, respira atentamente, tómate
atentamente una taza de té y cultiva, de ese modo, la energía que mora en tu
interior, la energía que te ilumina y que, en última instancia, hace posible tu
vida. El primer milagro de la atención plena es que estás aquí, algo muy
importante, tanto para ti como para las personas a las que amas. ¿Cómo podrías
amar si no estuvieses aquí? Una condición fundamental del amor es la presencia.
Para amar, hay que estar aquí. Así son las cosas. Afortunadamente, sin embargo,
estar aquí no es muy difícil. Basta, para ello, con dejar de pensar y de
planificar y empezar a respirar plenamente. Vuelve a ti, concéntrate en la
respiración y sonríe. Estás aquí, con el cuerpo y la mente unidos. Estás aquí,
vivo, completamente vivo. Éste es un auténtico milagro. Hay quienes viven
como si estuviesen muertos. Hay personas a tu alrededor que se hallan
consumidas por su pasado, aterradas por su futuro y atrapadas en la ira y los
celos. Esas personas no están vivas, son cadáveres en movimiento. Si observas
con atención, verás, a tu alrededor, gente yendo y viniendo como zombis.
Compadécete de quienes viven en ese estado. Todavía no se han dado cuenta de
que la vida sólo puede vivirse aquí y ahora. Debes ejercitar la resurrección,
una práctica, por cierto, muy sencilla y cotidiana. Gracias a la inspiración,
tu mente regresa a tu cuerpo. Así es como revives el aquí y ahora. La alegría,
la paz y la felicidad son posibles. Tienes una cita con la vida, una cita a la
que sólo podrás acudir cuando estés en el aquí y el ahora. Si quieres conectar
profundamente con la vida, debes volver al momento presente. Todos tenemos la
posibilidad de adentrarnos a cada instante en el Reino de Dios y de caminar por
la Tierra Pura del Buda. Ya contamos, para ello, con todo lo necesario
–piernas, pulmones, ojos y mente– y, con un poco de práctica, siempre podrás
generar, en tu interior, como si encendieras una lámpara, la energía de la atención
plena. Y, cuando estés completamente vivo, todo paso que das te adentra en la
Tierra Pura y en el Reino de Dios. El Reino de Dios no es un concepto, sino una
realidad con la que podemos conectar en nuestra vida cotidiana. El Reino de
Dios es ahora o nunca y todos tenemos la capacidad de conectar con él, pero no
sólo con nuestra mente, sino también con nuestros pies. Y a ello, precisamente,
nos ayuda la energía de la atención plena. Cada paso atento que damos nos
establece en el Reino de Dios. – Maestro THICH
NHAT HANH - Fragmento de su libro “Estás Aquí: La Magia del Momento Presente”.
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario